Por Melissa Nungaray
La escritura poética de Anne Carson (Toronto, 1950) es un espejismo exquisito en el cual el lector puede adentrarse más de una vez en sí mismo, para reconstruirse con la palabra y ser con ella siempre algo más. Su poesía tiene un acento en el juego del deseo y la sed por lo imposible.
Carson es poeta, ensayista y traductora, en sus escritos desarrolla una mezcla temática entre la pintura, el teatro, la filosofía, el cine y la poesía. Ha traducido a numerosos escritores como Safo, Heráclito, Simónides de Ceos y Gorgias. En 2020, recibió el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Ella es una mujer que se escribe e inscribe en el lenguaje del presente, con tal intensidad que deja en duda la realidad que se vive.
En especial, a través del poema “Figura sentada con ángulo rojo”, donde la voz lírica aplica el condicional “si” al misterio de las cosas y los seres, para reinventarse en ellos, para nadar en lo que ha sido impuesto y dejar que esa figura en el hondo espejo sea invadida por la idea de interrogación. Al hacerse preguntas se logra el cometido: dejar que los demás cuerpos rompan a la deriva lo que son, en una especie de deconstrucción: “Si te adentras, si excavas, si te arriesgas a reconstruir / Si el punto que durante años ha sido alimentado se aviva un poco”.
Lo que está entre líneas es la posibilidad de fraccionarse para redescubrirse y saber si al final de la vida, en el rojo atardecer realmente se vivió o si valió la pena existir: “Si como dice Artaud quien no huele una bomba cocida y un vértigo comprimido / no / merece estar vivo”. El tiempo y su oscura energía no son más que rostros que comprimen los enigmas, así que sólo con la poesía y su poder de introspección se puede llegar hasta el fondo, frente a frente de la médula del sueño: la palabra.
Foto: Casa de Letras